El poder prometido


EL libro de los Hechos de los Apóstoles nos relata la alborada de la iglesia primitiva.

En Mateo 16:18, se dice al Apóstol Pedro que Cristo mismo edificaría su iglesia, y que las puertas del infierno no prevalecerían contra ella.

imposicion de manos La Iglesia de Dios fue establecida en Jerusalem. El Dios Poderoso guió a éste núcleo de creyentes. El período que cubre el Libro de los Hechos es aproximadamente igual al tiempo que Jesús permaneció sobre la tierra. Durante este lapso, poco más de treinta años, el evangelio fue predicado a través del Medio Oriente y alcanzó el Occidente, así como el Norte de Europa.

El Libro de los Hechos es histórico. Nos proporciona un cúmulo de información acerca de la iglesia primitiva, cosa no fácil de encontrar en otra parte.

Fue escrito por Lucas, Pablo habla de él como el “Médico amado”. El libro fue dirigido a un hombre llamado Teófilo. Lucas hace una de las más positivas declaraciones con que pueda contarse, acerca de la resurrección de Jesús. “A los cuales, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoles por cuarenta días, y hablándoles del reino de Dios”. Hechos 1:3.

Si tomásemos un momento para embeber estas palabras, las mismas afianzarían nuestra fe. En Lucas no existía duda alguna respecto a la resurrección. Esta ya es una actitud de arrojo.

Fuera de la Biblia, no sabemos de alguno, aparte de Jesús, quien pretendiera volver de la muerte. Lucas recuerda constantemente a sus oyentes acerca de la realidad de la resurrección. El Apóstol Pedro es eco de esta resonante victoria al decir: “A éste, entregado por determinado consejo y providencia de Dios, prendisteis y matasteis por manos de los inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible ser detenido de ella”. Hechos 2:23, 24.

Hechos 1:8, es el verso que resume el tema del Libro de los Hechos. “Mas recibiréis la virtud del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros; y me sereís testigos en Jerusalem, en toda Judea, y Samaria, y hasta lo último de la tierra”. Del espíritu santo se recibe poder para proclamar con eficacia la muerte y resurrección de Jesucristo.

La llegada del espíritu santo el día de Pentecostés es más que una coincidencia. La cosecha espiritual de los primeros frutos se inició con extraordinaria efectividad. Fueron miles los que se agregaron a la Iglesia de Dios. Todo sucedió de momento. Se oyó el sonido del impetuoso viento. En la habitación se aparecieron lenguas como de fuego. Estas se apoderaron de todos los presentes. Todo se llenó del espíritu santo y empezaron a hablar en lenguas diferentes. La palabra «lenguas» se refiere a «idiomas». Jesús les había prometido la ayuda necesaria para la propagación del evangelio, ¿cómo podrían hablar un idioma que nadie entendiera? Para atestiguar y testificar, es necesario comunicarse en lengua que todos entiendan. Estos es exactamente lo que ocurrió en Pentecostés.

¡Tres mil almas fueron añadidas aquel día! ¡Qué formidable acontecimiento! No era otra cosa que el inicio insólito del poder de Dios.

 Ministro Israel Hernández Martínez 

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