HAY quienes creen que la oración es exclusiva de los indigentes y necesitados. Muchos hombres y mujeres que gozan de ciertos privilegios económicos, a Dios nada le piden. Y un tanto peor, millares hasta se atreven a manifestar que Dios está muerto.
Los tales se creen autosuficientes y confiados en sus posesiones materiales, se ríen del porvenir. Dan una mirada a sus caminos y exclaman llenos de soberbia: ”…. ¿No es ésta la gran Babilonia, que yo edifiqué para casa del reino, con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi grandeza?”. Daniel 4:30.
Los soberbios piensan que todo lo que han alcanzado se debe a su propio esfuerzo, y sin contemplación alguna ponen su yo personal como si fuese un Dios Omnipotente. Confían en sí mismos antes que en el Creador, el cual les da la vida y la salud y las oportunidades.
Así viven los ricos y los orgullosos. Almacenan bienes sin medida y confiados en ellos mismos, se jactan de su talento, como si ellos se hubiesen creados a sí mismos.
El sabio se alaba en su sabiduría, el entendido en su conocimiento, y ambos creen que su filosofía es superior al evangelio de Jesucristo. Otro tanto ocurre con el que está sentado en el poder, éste se siente un señor todopoderoso. ¿No son síntomas vergonzosos de altivez y soberbia?
¡Qué difícil es la vida de los ricos y los poderosos para lograr entrar al reino de los cielos!
No es que Dios los haya excluido de sus eternas y magníficas promesas, más bien ellos mismos se apartan de Dios. Pero esto no es tan lógico como este otro caso: Hay quienes no son ricos, ni sabios, ni poderosos; y aun así no sienten ninguna necesidad delante de Dios. Es dudosa la base de su confianza, pero con todo y esto, también se sienten dioses pequeños. Hay sin embargo otro grupo de gentes que todas sus necesidades las ponen delante de su Dios, Muchos de ellos gozan de bendiciones materiales, pero aun así, como David siendo un rey poderoso, exclaman llenos de gratitud: “Jehová es mi pastor; nada me faltará”. Salmo 23:1.
Y no digamos de los pobres, el huérfano y la viuda; estos tienen toda su riqueza en Dios, quien es rico en misericordia y abundante en perdonar. Se abandonan en sus manos y confían en su santa voluntad, y Él como recompensa los bendice en todos sus caminos. Usted puede verlos pobres, muy pobres; pero son tan ricos en fe, en virtud, en buenas obras, que al fin de cuentas a ningún rico tienen que envidiar. Son felices porque todas sus necesidades los tienen en contacto directo con su Dios. Por eso mismo el reino ya les pertenece.
Detenidamente piense usted en esto: Dios nuestro Padre es muy rico. No tiene comparación a los magnates de este mundo.
Él tiene caudales inmensos al alcance de usted. Él es rico en amor, gracia, fe, vida, salvación, luz, sabiduría, misericordia, perdón, longanimidad, compasión, etc. Y cualquiera que sea su necesidad en Él hallará respuesta. Solamente que usted sea humilde y obediente, y por medio de la fe, confíe totalmente, no olvide que “Él levanta del polvo al pobre, y al menesteroso alza del estiércol, para hacerlos sentar con los príncipes”. Salmo 113:7-8.
Ministro Israel Hernández Martínez